¿De verdad? |
FRANCOTIRADOR...
El tema es así de
simple, la discapacidad de las personas está en la mente de quienes los rodean
y quienes pretenden evadir una realidad que se hace cada vez más patente con un
sector poblacional que por diversas razones ha crecido día con día.
Nadie elige tener una
capacidad diferente ya sea motriz o intelectual sin embargo quienes la tienen
deben educarse en la cultura del doble esfuerzo, el primero de estos esfuerzos
es entender que físicamente existe una diferencia con el resto del mundo que se
tiene que adaptar el cuerpo y la mente para convivir con este mundo.
El segundo esfuerzo es
tener que demostrar día a día que se merece ocupar un lugar en la sociedad aún con la resistencia de la sociedad misma
que cierra sus puertas cada vez más a los sectores poblacionales que no se
ajustan a los estándares estéticos y de funcionalidad.
Las personas con
capacidades diferentes sufren una discriminación sistemática desde diversos
ámbitos: edificios públicos y de servicios sin accesos adecuados, plazas sin
rampas, calles con banquetas con peraltes desproporcionados, automovilistas que
utilizan los espacios exclusivos; empresas como Singer y sus filiales que
tenían hasta hace algunos años la política específica de no contratar a
personas con capacidades diferentes.
No basta una ley para
prevenir la discriminación que a final de cuentas es letra muerta, hace falta
generar una cultura de respeto en las nuevas generaciones para entender que
aunque parezca que no, las personas con capacidades diferentes enfrentan un
mundo completamente diferente al que enfrentan las personas que no tienen
ningún tipo de problema.
La cultura del doble
esfuerzo no se limita al contexto mental o emocional, es una cultura literal de
doble esfuerzo, de doble tiempo para realizar las tareas que para otros son
habituales: subir una escalera, subir un autobús, una banqueta, cruzar un
charco, acciones que para la generalidad de las personas pueden ser
completamente comunes son para las personas con capacidades diferentes pequeños
milagros que se tienen que hacer cada día para mantener el equilibrio del
cuerpo y de la mente.
Cierto, como sociedad
se ha apostado desde hace muchas generaciones a la estética y funcionalidad de
las cosas y los seres humanos; se ha apostado al desarrollo de equipamiento
urbano bajo el concepto de que debe prevalecer la funcionalidad para las
mayorías.
A lo anterior se suman
las prácticas deleznables de actores políticos y sociales que han visto en este
sector poblacional un área de oportunidad para explorar su propia ruindad;
casos como el de la asociación de invidentes de Sahuayo en la que un asesor les
robó literalmente los recursos para un proyecto productivo que habían logrado
aterrizar o en Jiquilpan donde cada aspirante a la elección del año entrante
busca integrar asociaciones de personas con capacidades diferentes para
demostrar que ellos sí son incluyentes.
Pero, finalmente todo
se resume al primer párrafo de este texto: “la discapacidad de las personas
está en la mente de quienes los rodean”
No hay comentarios:
Publicar un comentario