lunes, 4 de diciembre de 2017

Capacidades diferentes.

¿De verdad?

FRANCOTIRADOR...
El tema es así de simple, la discapacidad de las personas está en la mente de quienes los rodean y quienes pretenden evadir una realidad que se hace cada vez más patente con un sector poblacional que por diversas razones ha crecido día con día.
Nadie elige tener una capacidad diferente ya sea motriz o intelectual sin embargo quienes la tienen deben educarse en la cultura del doble esfuerzo, el primero de estos esfuerzos es entender que físicamente existe una diferencia con el resto del mundo que se tiene que adaptar el cuerpo y la mente para convivir con este mundo.
El segundo esfuerzo es tener que demostrar día a día que se merece ocupar un lugar en la sociedad  aún con la resistencia de la sociedad misma que cierra sus puertas cada vez más a los sectores poblacionales que no se ajustan a los estándares estéticos y de funcionalidad.
Las personas con capacidades diferentes sufren una discriminación sistemática desde diversos ámbitos: edificios públicos y de servicios sin accesos adecuados, plazas sin rampas, calles con banquetas con peraltes desproporcionados, automovilistas que utilizan los espacios exclusivos; empresas como Singer y sus filiales que tenían hasta hace algunos años la política específica de no contratar a personas con capacidades diferentes.
No basta una ley para prevenir la discriminación que a final de cuentas es letra muerta, hace falta generar una cultura de respeto en las nuevas generaciones para entender que aunque parezca que no, las personas con capacidades diferentes enfrentan un mundo completamente diferente al que enfrentan las personas que no tienen ningún tipo de problema.
La cultura del doble esfuerzo no se limita al contexto mental o emocional, es una cultura literal de doble esfuerzo, de doble tiempo para realizar las tareas que para otros son habituales: subir una escalera, subir un autobús, una banqueta, cruzar un charco, acciones que para la generalidad de las personas pueden ser completamente comunes son para las personas con capacidades diferentes pequeños milagros que se tienen que hacer cada día para mantener el equilibrio del cuerpo y de la mente.
Cierto, como sociedad se ha apostado desde hace muchas generaciones a la estética y funcionalidad de las cosas y los seres humanos; se ha apostado al desarrollo de equipamiento urbano bajo el concepto de que debe prevalecer la funcionalidad para las mayorías.
A lo anterior se suman las prácticas deleznables de actores políticos y sociales que han visto en este sector poblacional un área de oportunidad para explorar su propia ruindad; casos como el de la asociación de invidentes de Sahuayo en la que un asesor les robó literalmente los recursos para un proyecto productivo que habían logrado aterrizar o en Jiquilpan donde cada aspirante a la elección del año entrante busca integrar asociaciones de personas con capacidades diferentes para demostrar que ellos sí son incluyentes.

Pero, finalmente todo se resume al primer párrafo de este texto: “la discapacidad de las personas está en la mente de quienes los rodean”

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