jueves, 12 de abril de 2018

Breves apuntes de la Guerra Cristera en Sahuayo y Jiquilpan

Cristeros (Foto: Archivo)

  • Semblanza del martirio de José Sánchez del Río.
REDACCIÓN.-Escasamente difundido por los libros de texto oficiales, el conflicto cristero derivado de lo que se conoció en aquel entonces como la “Ley Calles” es quizá uno de los episodios más apasionantes de la región Ciénega y Sierra de Jalmich.
Propiamente, el conflicto inicia cuando el Estado Mexicano encabezado por Plutarco Elías pretende reglamentar el artículo 130 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos mediante el cual se pretendía realizar un registro y una reducción de los sacerdotes católico, apostólico y romanos; a su vez, el gobierno de Calles pretendió la creación de la Iglesia Apostólica Mexicana encabezada por un patriarca de apellido Pérez.
La Ley Calles generó la integración de un Congreso Eucarístico Nacional en el que, entre otras consignas se llamaba a los católicos a “Luchar por la Iglesia y salvar a la Patria”.
Bajo la consigna de Non possumus,(No podemos) el 25 de junio de 1926 se genera una carta pastoral colectiva en la que se llama a los fieles católicos a imitar ‘la constancia de los primeros fieles cristianos… que murieron como buenos logrando  que su sangre fuera semilla de nuevos convertidos”.
La jerarquía católica estaba dividida entre quienes se pronunciaban a favor de la resistencia activa, los que optaban por la resistencia pasiva y los que buscaban una solución por la vía constitucional.
Tras los conflictos entre el Estado Mexicano y la jerarquía católica, el primero de agosto de 1926 se suspende el culto católico de manera pública y el uno de enero de 1927 se dan los primeros brotes de grupos de cristeros en los estados de Jalisco, Colima y Michoacán encabezados por Anacleto González Flores.
Previo a esto, cuando el 8 de marzo de 1926 el gobierno clausura el Seminario Conciliar de Zamora, 20 estudiantes de la entonces tenencia Jiquilpense de Ornelas (hoy Marcos Castellanos, San José de Gracia), regresan a su tierra y fundan la rama local de la Acción Católica de la Juventud Mexicana y emprenden una campaña de instigación contra la postura gobiernista.
En el contexto local fueron los municipios de Marcos Castellanos, Cojumatlán, Jiquilpan, Sahuayo y Cotija los que en mayor medida adquirieron carácter de protagonismo en este conflicto aunque no todos en el mismo bando.
Eufemio Ochoa, jefe de la ‘Defensa Social’ de Sahuayo atacó en reiteradas ocasiones la población de San José de Gracia, sin embargo los pobladores creyeron ver en estos ataques la mano del entonces Diputado Federal y del Gobierno, ello derivado de que luego del reparto de la Hacienda de El Sabino, el Diputado Federal Rafael Picazo declarara este acto como contrarevolucionario e intentara que se diera marcha atrás bajo el argumento de que este municipio era sede de operaciones de un ramal de la Acción Católica de la Juventud Mexicana (ACJM).
De este municipio, ya sin posibilidades de una solución por la vía constitucional de este conflicto sale un grupo de cuarenta hombres, apenas la mitad de ellos armados, encabezados por León Sánchez, a quien se le dio el grado de General, su hermano David con el grado de Coronel, el Mayor Anatolio Partida y el Capitán Rafael Pulido.
Justo durante una incursión de los Josefinos al municipio de Jiquilpan el 10 de mayo de 1927, fusilan al comandante de la policía de Jiquilpan Ignacio Mejía en el Callejón de Las Candelillas, posteriormente el 24 de octubre, los Cristeros de Sahuayo y San José atacan nuevamente a la población ‘liberal’ de Jiquilpan que había decidido mantenerse del lado gobiernista durante este conflicto y toman la plaza, misma que fue recuperada por las fuerzas federales la mañana del 25 tras el enfrentamiento en que perdieron la vida once cristeros; durante su huida, Anatolio Partida prendió fuego a palacio municipal, conflagración que quemó los archivos existentes entre los que se encontraba el documento de elevación a rango de ciudad de este municipio, en compensación, las cabezas de los once cristeros caídos fueron exhibidas en el portal de las Consistoriales y los cuerpos colgados en la Plaza Zaragoza.
Sin embargo, al margen de que este hecho pudiera ser uno de los factores para la casi legendaria enemistad entre los liberales jiquilpenses  y los cristeros de Sahuayo y San José, la aparición en escena y las causas de la muerte del niño José Luis Sánchez del Río abre una nueva vertiente en esta historia en la que a más del conflicto Iglesia-Estado, se deja entrever la el tejido entre los políticos de los municipios de Jiquilpan y Sahuayo.
El Beato.
Irónicamente fue el fallecido Marcial Maciel, fundador de la orden de los Legionarios de Cristo, quien describió con lujo de detalle las horas de detención de este pequeño de 14 años quien en el fragor de la batalla cedió su caballo al general Luis Guízar Morfín.
Aquel lunes 6 de febrero de 1928 por la mañana, el grupo de soldados cristeros que comandaba el General Luis Guízar Morfín había sido sorprendido cerca de Cotija, Michoacán, por fuerzas muy superiores en número del general callista Anacleto Guerrero. Los cristeros se vieron obligados a combatir, pero por la escasez de municiones para sus rifles y por ser menos, se iban replegando hacia una loma para organizar su retirada, mientras disparaban las balas de que disponían. La cosa se volvió desesperada en esta ocasión para los cristeros, quienes raramente volvían la espalda al enemigo. Entonces, los que no habían caído muertos huyeron o cayeron prisioneros, y entre estos últimos estaba también José Sánchez del Río” (1).
Contrario a la costumbre de fusilar o colgar a los prisioneros como escarmiento a potenciales combatiente, el General Guerrero decretó la reclusión del detenido en la cárcel de Cotija para su posterior traslado a la ciudad de Sahuayo.
Junto con otro joven llamado Lázaro, un poco mayor que él y quizá originario de Jiquilpan, fue trasladado a Sahuayo el 7 de febrero para ser recluido en la iglesia que el Diputado Rafael Picazo había convertido en gallinero para guardar sus aves de combate mismas que fueron sacrificadas por el detenido.
Ello decretó la pena de muerte para el joven sahuayense por parte del Diputado Picazo, declarado acérrimo enemigo de todo lo que oliera a iglesia al grado de que aunque el general Anacleto Guerrero había pedido a los padres del prisionero la cantidad de 5 mil pesos para su liberación, Picazo había señalado que con dinero o sin dinero José Sánchez habría de morir.
Las crónicas del martirio del Niño Martir José Sánchez del Río, recabadas por historiadores, documentalistas y la conseja popular de la gente mayor coinciden en la saña ordenada por Picazo para con la muerte de este joven y el valor mostrado:
 “El viernes 10 de febrero de 1928, cerca de las 6 de la tarde, sacaron al valiente niño cristero del templo convertido en prisión y lo trasladaron al cuartel. Al acercarse la hora de su sacrificio, los soldados del gobierno comenzaron por desollarle los pies con un cuchillo, pensando que José se ablandaría con el tormento y terminaría pidiendo clemencia a gritos, pero se equivocaron. Al sentir los tremendos dolores en su propio cuerpo, José pensaba en Cristo en la cruz y se lo ofrecía todo mientras gritaba ¡Viva Cristo Rey!

A continuación, los soldados lo sacaron a golpes e insultos del cuartel y le obligaron a caminar descalzo con sus pies heridos por las calles empedradas rumbo al cementerio. Su martirio llevaba ya algunas horas, pues pasaban las 11 de la noche cuando llegaron al camposanto. Los verdugos aún querían hacerlo apostatar de su fe aplicándole esos bárbaros tormentos, pero no lo lograron.


Dios le dio la fortaleza para caminar hacia el sitio de su martirio gritando vivas a Cristo Rey y a Santa María de Guadalupe, en medio del asombro y edificación de todos los presentes. Llegados al cementerio, se paró al borde de su propia fosa mientras seguía vitoreando a Cristo Rey. Los verdugos acribillaron su cuerpo maltratado a puñaladas, hasta que el capitán de la escolta decidió acabar con todo y disparó con su fusil a la cabeza del mártir, que ya se encontraba derrumbado en la fosa. Sus últimas palabras fueron “¡Viva Cristo Rey! ¡Viva Santa María de Guadalupe!


La conmoción y silencio respetuoso de los espectadores eran indescriptibles. Se oían suaves los sollozos de la madre  de José, que lo acompañó hasta el último momento mientras rezaba por su hijo. Los habitantes del pueblo nunca habían presenciado algo semejante; los mismos soldados federales, que actuaron de mala gana obedeciendo las órdenes, estaban admirados de tanta valentía.

El cuerpo del niño mártir cayó en la fosa y quedó ahí sepultado como el de un animal, sin ataúd ni mortaja. Así recibió directamente las paladas de tierra. Eran las 11:30 de la noche del viernes 10 de febrero de 1928”.
José Sánchez del Río fue beatificado el 20 de noviembre del 2005 y aún entre algunos liberales existe la idea de que esta fecha fue elegida justamente en respuesta a que los principales agresores al culto católico fueron producto del conflicto civil iniciado el 20 de noviembre de 1910.
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Fuentes:
(1)Catholic.et
Pueblo en vilo, Luis González y González.
Jiquilpan Huanimban, Álvaro Ochoa.
Jiquilpan Histórico y Tradicional, Jorge Matínez.
Archivo Enrique Segura.
Archivo Manuel Cohen

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