El dilema de los regidores.

FRANCOTIRADOR.
Con las elecciones municipales casi a la vuelta de la esquina los partidos políticos comenzaron ya con la integración y registro de sus planillas que, para efectos prácticos, es el punto medular de sus posibilidades de triunfo.
Más allá de los discursos y las propuestas de gobierno o un plan de campaña, los aspirantes a la alcaldía de Jiquilpan entienden que en el proceso de integración de sus planillas tendrán sumas y restas de voluntades en dos tiempos críticos.
El primero de estos tiempos es cuando los candidatos presenten su planilla al interior de sus partidos lo que, indudablemente generará gustos y disgustos y resulta de vital importancia porque en esta parte del proceso se pueden reafirmar lealtades o darse una desbandada a otras fuerzas políticas.
El otro momento, igual de importante, es la presentación de la planilla al ciudadano y las posibilidades de sumar y restar voluntades o intención de voto se multiplica.
¿Qué toman en consideración los candidatos para incluir a alguien en su planilla?
Es evidente que, en un marco de democracia romántica, se buscaría a líderes naturales tanto de comunidades o barrios a fin de asegurar una representación de todos los ciudadanos en cabildo, buscarían perfiles sociales, académicos y culturales que fueran un efectivo contrapeso al Ejecutivo Local.
Pero lo que realmente se  obtiene al integrar las planillas es incluir a liderazgos partidistas que no necesariamente reflejan este liderazgo en la sociedad civil; se integran también actores económicos que puedan aportar apoyo a las campañas lo que no es, digamos, moralmente aceptable pero que en casos como el PRD de Michoacán han legalizado bajo la figura de "garantía"'.
Pero, básicamente se buscan dos cosas al palomear los nombres de los candidatos a regidores: tener, en caso de ganar, un cabildo a modo y pagar las facturas a los grupos de poder al interior de los partidos.