lunes, 13 de noviembre de 2017

Mando Unificado, la confusión.


FRANCOTIRADOR...
Tras los hechos ocurridos la semana pasada cuando una decena de jóvenes acusaron a elementos de la Policía Estatal de golpes y robos y tras sendos comunicados emitidos por parte de la alcaldía y la Secretaría de Seguridad Pública sobre este tema, al ciudadano común como usted y yo nos queda la duda de quién nos cuida y cuál es el área de competencia de las diferentes corporaciones que coexisten en nuestros municipios.
En el arranque de todo este Galimatías en que se ha convertido la Policía Estatal, Policía Michoacán, Mando Único y Policía municipal el ciudadano tenía bien claro quién era cada quien en este triste asunto de brindar seguridad.
Antes de todo eso la cosa era clara, había una policía municipal cuyo director era designado por el alcalde en turno y para efectos prácticos el primer comandante de las fuerzas policiacas municipales era el presidente municipal quien asumía la responsabilidad de las acciones positivas o negativas de la corporación.
El problema inició cuando los alcaldes vieron en la nómina de la policía municipal una veta inmensa para pagar favores políticos acomodando a su personal de confianza en la lista de cobro y destinándolos a otras áreas.
Secretarios particulares, secretarios “a”, “b” y prácticamente todo el abecedario cobraban sueldos en la nómina de la policía municipal con ingresos infinitamente superiores a los de los uniformados.
Pero, además, cada partido en turno contrataba elementos de seguridad pública de acuerdo a sus afinidades partidistas lo que finalmente daba como resultado que con cada  nueva administración se tuvieran que dar procesos de capacitación y adiestramiento con el consabido desgaste de recursos.
Cuando a través de la firma de los convenios de Mando Único se le quita a los alcaldes el control de las fuerzas policiacas locales se les restó también una gran parte de los activos que utilizaban para operar políticamente y la nómina en la que podían acomodar a sus amigos sin embargo se les siguió dejando la carga financiera de los gastos de operación de las policías municipales; en suma, los municipios tienen que seguir pagando los sueldos de trabajadores municipales que no están obligados a aceptar sus órdenes.
Ahora el ciudadano está confundido porque, de entrada, no sabe distinguir cuáles elementos pertenecen a las corporaciones locales y cuáles a la estatal pero quizá dentro de lo que cabe ese es el menor de los problemas; el verdadero problema es que, con cualquier uniforme, las fuerzas policiacas han propiciado que exista una resistencia general a las figuras de poder y más cuando estas figuras saben aplicar ese poder.
Evidentemente, al margen de los grupos delincuenciales organizados, cada municipio sufre de un grupo de caciques locales que hasta antes de esto del Mando Único imponían su ley y en caso de ser sancionados bastaba con acudir al alcalde para que éste reprimiera a los policías locales y les restara autoridad y quizá eso es lo que algunos añoran.



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