martes, 25 de julio de 2017

“Mexican curious”.


FRANCOTIRADOR…
De manera indudable aquellas comunidades que aspiran a ser productivas a través de la industria del turismo tendrán que acostumbrarse a prácticamente modificar su estilo de vida en función de lo que requieren los visitantes y en el caso de Jiquilpan esto podría tardarse bastante.
El problema con las ciudades destino turístico es que en realidad se construyen ciudades para el visitante y no para el habitante, un visitante que, presumiblemente viene con recursos y ganas de gastarlos, con ganas de tomar fotografías, de que le atiendan, de que le sonrían y lo traten bien.
Si bien es cierto que el jiquilpense es por naturaleza amable también es cierto que no está en su genética la vocación de servicio, el nativo de Jiquilpan  hará casi todo lo necesario para ayudar a un turista extraviado, darle datos históricos pero jamás aceptará ser un mesero, un ayudante o cualquier otra cosa que, a su percepción, le ponga debajo del turista.
Es difícil entender la forma en que se ha desaprovechado la poca infraestructura turística existente en este lugar, es complicado comprender el desdén de los jiquilpenses para con una industria que lucha desde hace tiempo por lograr instalarse en este municipio.
Es cierto, el centro de Jiquilpan está rebosante durante las noches de cafés al aire libre sin embargo parece que los dueños de estos negocios los ven como un pasatiempo porque estos lugares no operan de tiempo completo.
El turista necesita de una ciudad en la que pueda comer a la hora que se le antoje y no a la hora en que los dueños de los negocios decidan abrir; necesita una ciudad con un comercio activo no una ciudad con un comercio sujeto a la tacañería de los comerciantes que cierran por no pagar trabajadores que atiendan sus negocios.
El turista necesita sentarse en un café y ser atendido de manera inmediata y no tener que entrar hasta la cocina a buscar a un mesero que lo atenderá sin dejar de estar metido en sus redes sociales; necesita restaurantes donde las puertas de los baños no estén cerradas con llave.
Por eso se está complicando el despegue de Jiquilpan como un destino turístico rentable, simplemente porque no hay vocación de servicio y mientras esto no cambie seguiremos siendo un destino de paso en el que nuestra gente y nuestras tradiciones sean solamente una “Mexican curious” en el anecdotario de los visitantes.
Pero lo más triste es que, en aras de aprovechar las posibilidades que trae el turismo, los comerciantes se han encargado de convertir a Jiquilpan en la segunda ciudad más cara de la región Lerma-Chapala solo por debajo de Zamora.

Para el habitante fijo de esta población le resulta impensable sentarse a comer con su familia en algún restaurante del centro de la ciudad porque simple y sencillamente se sale de su presupuesto pero lo peor es que esa idea del “comercio para turistas” ha permeado en los comercios de las colonias y comunidades en lugares en los que ni calidad de los productos ni la atención merecen ser pagados tan caros.

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