FRANCOTIRADOR…
De manera indudable aquellas
comunidades que aspiran a ser productivas a través de la industria del turismo
tendrán que acostumbrarse a prácticamente modificar su estilo de vida en
función de lo que requieren los visitantes y en el caso de Jiquilpan esto
podría tardarse bastante.
El problema con las ciudades destino
turístico es que en realidad se construyen ciudades para el visitante y no para
el habitante, un visitante que, presumiblemente viene con recursos y ganas de
gastarlos, con ganas de tomar fotografías, de que le atiendan, de que le
sonrían y lo traten bien.
Si bien es cierto que el jiquilpense
es por naturaleza amable también es cierto que no está en su genética la
vocación de servicio, el nativo de Jiquilpan hará casi todo lo necesario
para ayudar a un turista extraviado, darle datos históricos pero jamás aceptará
ser un mesero, un ayudante o cualquier otra cosa que, a su percepción, le ponga
debajo del turista.
Es difícil entender la forma en que
se ha desaprovechado la poca infraestructura turística existente en este lugar,
es complicado comprender el desdén de los jiquilpenses para con una industria
que lucha desde hace tiempo por lograr instalarse en este municipio.
Es cierto, el centro de Jiquilpan
está rebosante durante las noches de cafés al aire libre sin embargo parece que
los dueños de estos negocios los ven como un pasatiempo porque estos lugares no
operan de tiempo completo.
El turista necesita de una ciudad en
la que pueda comer a la hora que se le antoje y no a la hora en que los dueños
de los negocios decidan abrir; necesita una ciudad con un comercio activo no
una ciudad con un comercio sujeto a la tacañería de los comerciantes que
cierran por no pagar trabajadores que atiendan sus negocios.
El turista necesita sentarse en un
café y ser atendido de manera inmediata y no tener que entrar hasta la cocina a
buscar a un mesero que lo atenderá sin dejar de estar metido en sus redes
sociales; necesita restaurantes donde las puertas de los baños no estén
cerradas con llave.
Por eso se está complicando el
despegue de Jiquilpan como un destino turístico rentable, simplemente porque no
hay vocación de servicio y mientras esto no cambie seguiremos siendo un destino
de paso en el que nuestra gente y nuestras tradiciones sean solamente una “Mexican
curious” en el anecdotario de los visitantes.
Pero lo más triste es que, en aras de
aprovechar las posibilidades que trae el turismo, los comerciantes se han
encargado de convertir a Jiquilpan en la segunda ciudad más cara de la región
Lerma-Chapala solo por debajo de Zamora.
Para el habitante fijo de esta
población le resulta impensable sentarse a comer con su familia en algún
restaurante del centro de la ciudad porque simple y sencillamente se sale de su
presupuesto pero lo peor es que esa idea del “comercio para turistas” ha
permeado en los comercios de las colonias y comunidades en lugares en los que
ni calidad de los productos ni la atención merecen ser pagados tan caros.