FRANCOTIRADOR
No hay nada más
complicado en la ciudad de Jiquilpan, Tierra de Semi-Dioses, diría mi amigo
Odencio Bernal, que dedicarse a la comunicación; sin importar la verticalidad
con la que se recabe, traduzca, y ofrezca la información siempre, siempre se
acusará de que se trata de algo personal.
Y es que en esta tierra,
todos, absolutamente todos esperan un periodismo a modo, una labor de
comunicación en la que los textos y fotos se adecuen a los intereses muy
particulares; por tanto todo aquel que por omisión, convicción u otras razones
no lo haga resulta ser un enemigo o un periodista corrupto; si criticamos, si
reconocemos, señalamos o informamos somos, invariablemente, los malos de la
burda novela en la que han convertido el acontecer social.
La labor del
comunicador, en cualquiera de sus vertientes o el manejo de los diferentes
géneros periodísticos requiere, exige imperiosamente desplegar en la labor
informativa parte de la personalidad del comunicador; esto, aunque técnicamente
incorrecto, es lo normal; los comunicadores tenemos filias y fobias políticas y
sociales sin que esto signifique una pérdida del valor de la capacidad y la
habilidad de comunicar.
Es el comunicador el
que propone la agenda informativa, no la sociedad, la sociedad es la generadora
de noticias y no los comunicadores que debieran, en un marco utópico, remitirse
a meros trasmisores de la información porque aunque lastime el ego de quienes
así lo crean, los comunicadores no somos líderes de opinión, no somos
activistas políticos ni sociales; no
somos, pues, los que determinamos los cursos de pensamiento de las sociedades;
somos meros conductores de la información.
Y sí, es normal, aunque
no correcto, que los comunicadores personalicemos la agenda informativa; ante
la saturación en redes sociales de blogeros, influencers, facebookeros,
twiteros, tiktokers y similares, existe una impresionante gama para que el
consumidor de información busque la oferta de contenidos que le plazca o que se
acomode a su ideología social, política o religiosa; de tal suerte que si un
comunicador no le ofrece a usted la espectacularidad, el morbo, la sangre o la
rapiña que usted busca, la solución es tan simple como buscar alguien que sí lo
haga.
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