Traje típico de Totolán (foto: Archivo II) |
Jiquilpan.
Inicia la comunidad
indígena de San Martín Totolán la tradición de Los nueve lunes como parte de
los preparativos a la fiesta del último día de mayo próximo en el Santuario de Nuestra Señora de los Remedios se ubica en esta tenencia con
fiesta grande el 31 de mayo después del novenario regular y el novenario de Los
Nueve Lunes, esto es nueve semanas antes del último día de mayo.
Edificado durante los últimos años de
la década de 1880 en este santuario se venera a La Virgen de Los Remedios cuya
devoción en este lugar se registra desde la dominación española; este santuario
es también visita obligada de aquellos que intentan la migración a los Estados
Unidos por primera vez para pedir la protección de “La Güerita”.
La fiesta en el Santuario de la
Virgen de Los Remedios es quizá, después de la fiesta patronal en honor a
Santiago Apóstol (Santiago Matamoros) en Sahuayo, la festividad religiosa más
grande de esta región.
Desde nueve lunes previos al 31 de
mayo de cada año desde la cabecera municipal de Jiquilpan y municipios cercanos
como Sahuayo, Venustiano Carranza y Villamar hacen el recorrido caminando hasta
la comunidad de Totolán, incluso algunas personas, sin importar las fechas
asumen como algo personal el cumplimiento de peregrinar nueve lunes al año
hasta este santuario y en algunas ocasiones estos recorridos se hacen
descalzos.
La fiesta formal arranca el 22 de
mayo con la participación de las familias que se integran en el Consejo
Pastoral de esta parroquia y algunos voluntarios, la víspera de la fiesta desde
lugar llamado “Cerritillos” para trasladarse hasta el centro de la
comunidad y empezar con las tradicionales mañanitas y ofrendas a la Virgen de
los Remedios a la que algunos lugareños otorgan también los sobre nombres de
“La Güerita de Totolán” o “Güerita de Los Remedios”.
El día grande de la fiesta, el último
día de mayo, la calle principal que baja desde la Carretera Nacional hasta la
plaza en la que se ubica el santuario resulta insuficiente para dar cabida a
los cientos, miles dicen los habitantes, de peregrinos que arriban a esta
comunidad provenientes de diversas partes del estado y de las entidades
colindantes.
Hasta hace algunos años la tradición
marcaba que para esta festividad las mujeres utilizarán el tradicional traje de
Huáre (similar al traje “de rollo” de las mujeres en la tenencia indígena de
Tarecuáto en Tangamandapio) y los hombres utilizaran la tradicional vestimenta
de pantalón y camisa de manta adornada con una faja roja.
La vestimenta se complementaba con
las mujeres cargando un anafre y un soplador de palma mientras los hombres
portaban sobre su espalda un huacal de madera a manera de trastero en el que
acarreaban ollas, tazas, platos y todo tipo de utensilios de cocinas.
Por la naturaleza o forzados por
mechones de hilo negro o pintura negra de zapatos, las mujeres lucían enormes
trenzas recostadas en su regazo mientras los varones gracias a la magia de la
pintura negra figuraban los bigotes y enormes patillas en sus rostros.
Hoy en día son escasos los visitantes
que han retomado la tradicional vestimenta excepción hecha por los
representantes de comunidades indígenas de este y otros estados que fueron
invitados a la fiesta de este año, una fiesta cuyo ambiente se inunda de olores
a carnitas, a guisados, buñuelos, tamales de agua miel, chicharrones, elotes
cocidos y el ambiente se llena de los clásicos oferentes de ollas, ropa,
estampas, imágenes de santos, bebidas y más comida para volver ésta una de las
fiestas más llenas de color en la que a cada paso por su apretujada calle se
intercambian los rostros, los indígenas de Totolán, los mestizos de Jiquilpan,
los criollitos de Sahuayo, los afro de Huaracha, Villamar y Los Remedios.
Las narraciones orales recopiladas
entre los mayores de la comunidad de Totolán señalan que las festividades en
honor a la Virgen de Los Remedios tienen su origen cuando en los años entre
1865 y 1870 el templo construido por los Franciscanos empezó a presentar
problemas en las cúpulas lo que llevó a que en la intención de proteger las
imágenes existentes se decidiera resguardarlas una en cada una de las casas de
las personas de mejor solvencia moral de la comunidad.
Sin embargo la imagen de La Virgen de
Los Remedios fue trasladada a Jiquilpan un 31 de mayo en que la comunidad
indígena fue a entregarla hasta lo que era considerado como el límite de sus
terrenos “donde se cruzaba el arroyo con el Camino Real” durante muchos años,
dicen, la comunidad de Jiquilpan entregaba la imagen en este mismo punto cada
30 de noviembre cuando terminaba el periodo de lluvias.
Ya para los años de 1925 y 1930 la
restauración del templo permitió que la imagen se quedara definitivamente en el
Santuario de Totolán sin embargo la propuesta no fue recibida con agrado por
parte del Cura de Jiquilpan quien incluso recurrió al ejército en un par de
ocasiones para recuperar la imagen que estaba ya en poder de la comunidad.
Lo anterior dio pie al nacimiento de
una serie de leyendas tanto en el ámbito religioso como en el histórico que la
comunidad de Totolán asume y defiende como hechos irrebatibles uno de
ellos se refiere a que en la última ocasión que Cura de Jiquilpan apoyado por
el Ejército logró llevarse a la Virgen la imagen regresó por su propio pie al
santuario lo que podría haber dado pie a las caminatas que realizan cada lunes
docenas de personas desde Jiquilpan hasta el Santuario: “Esa noche había
llovido y cuando el Sacristán fue por a ver la virgen y ya no estaba” entonces,
dicen, el Cura creyó que la comunidad indígena había sustraído la imagen y al
llegar al templo de la tenencia encontraron huellas y las sandalias y el
manto estaban manchados de lodo.
La principal procesión de esta fiesta
arranca de un lugar conocido como Cerritillos donde, dicen, estuvo el
asentamiento original de esta comunidad que fue trasladada por los españoles a
un lugar en la confluencia del Arroyo del Carrizal y la Barranca Honda donde
actualmente se encuentra el templo de la tenencia vecina de Los Remedios.
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